Hoy 4 de diciembre se conmemoran los veinticinco años de la desaparición física de Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994). No hay duda ninguna sobre la vigencia de Ribeyro como el mayor exponente del relato corto en el Perú, y como uno de los maestros del género en las letras hispanoamericanas. Sus cuentos (sesenta y ocho de los cuales están reunidos en los cuatro tomos de La palabra del mudo [1972, 1972, 1977, 1992]) han ingresado de pleno derecho en el canon literario peruano y son acogidos como verdaderos clásicos de la narrativa nacional. En realidad, Ribeyro sigue más vigente que nunca.
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Un detalle interesante de la figura de nuestro narrador es su contacto de primera mano con el mundo del derecho. Como señaláramos en anterior oportunidad, Julio Ramón Ribeyro no solo concluyó su formación en derecho, sino que llegó a vislumbrar con nitidez la posibilidad de ejercer como abogado.
Su lugar preeminente en las letras peruanas, de otro lado, se ve matizado por cierta crítica a su estilo en apariencia conservador y, sobre todo, por una pretendida actitud pesimista y hasta cínica que emerge de sus textos. Ribeyro tampoco se cuida, en fin, de alguna expresión que hoy, en tiempos de «diversidad», aparecerían como abiertamente racistas.
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La búsqueda vital
Ribeyro se matricula en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú el 31 de marzo de 1948. Al año siguiente publica un primer relato, «La vida gris». Todo indica que el joven Ribeyro cursa los estudios legales con entusiasmo o, al menos, con solvencia.
En varias de las entrevistas recogidas por Jorge Coaguila (Julio Ramón Ribeyro. Las respuestas del mudo. Iquitos: Tierra Nueva, 2009), el narrador confiesa sus dudas frente a la propia incapacidad de enfrentarse a la dura vida forense. Una visión melancólica hacia el derecho (o, mejor dicho, la praxis del derecho) lo desalienta. Pero obtiene altas calificaciones, egresa en 1952 y, sin obtener el título de abogado, parte a Madrid gracias a una modesta beca para estudiar periodismo.
De vuelta al Perú, el joven Ribeyro debe elegir: la abogacía y la docencia, el periodismo o la vida del escritor a tiempo completo. Tras una fallida incursión en la práctica forense, abandona el derecho.
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[Continuará…]