En teoría, Jerga Legal de Nicolás Rojas Jurado podría haber sido un libro netamente académico. Podría haberse sumado a esa interminable biblioteca de apuestas literarias muy rigorosas en sus formas y muy teóricas en su desarrollo.
Sin embargo, el autor arriesga con su estilo para crear una propuesta que funciona. Tanto como una entrada al mundo del derecho para los no iniciados o como una guía para rememorar conceptos para los que ya tienen un camino trazado en este mundo.
No es una sorpresa que el reciente libro del abogado con un apellido casi profético con su propia vida sea tan lúdico. Si uno revisa, por ejemplo, los artículos que ha trabajado en anterioridad encuentra una familiaridad por lo popular dentro de la cultura en su prosa y en su elección de temas. Esto se traduce como un lenguaje ameno que circula por su pluma con facilidad.
A pesar de saber esto, resulta llamativa la eficiencia casi de arqueólogo al momento de desentrañar el origen de palabras que pueden parecer rebuscadas para los ajenos a la jurisprudencia. En ese sentido, Rojas reduce la seriedad determinante de esta labor con una elección curiosa de términos como “amor” e incluso “mojón“. Todo dentro de la ley.
La previa
Pero vayamos por partes.
El trabajo de investigación del letrado viene con una sentida antesala firmada por Pedro Gustavo Cueto Chuman, catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En el texto, que aprovecha las virtudes de la brevedad, destaca una característica evidente en el trabajo del autor: la mordacidad.
En ese sentido, el docente celebra el histrionismo que usa el escritor para sostener en el papel lo que nació como una investigación de cinco años. En las palabras del académico, yace también un respeto por la labor de Rojas al momento de desentrañar el origen etimológico de las voces protagonistas del libro.
Luego, el propio autor hace una introducción en la que presenta el trabajo como “un diccionario que trabaja los tecnoletos usados en la práctica legal”. Sin embargo, hace un disclaimer desde un primer momento y proclama la intención coloquial de esta conversación.
¿Es posible proponer un glosario totalizante sin perder la animosidad de llegar a todos los públicos? Creemos que, en este caso, se consiguió.
Modo diccionario
Es cierto que Jerga legal no propone nada nuevo a nivel de estructura, porque cumple su promesa de ser un diccionario. En una revisión superficial no existe un riesgo demasiado atrevido en la forma que elige ordenar al significante y al significado.
Es durante una primera lectura que uno nota que no estamos ante un texto enciclopédico sin alma. Las explicaciones suelen ser concretas, pero tiene momentos en los que empieza a hilar una rama de conceptos con mucha riqueza narrativa.
Cuando habla de «dinero», lleva la conversación al “dinero electrónico”, a la “moneda” o al “dinero sucio”. Cuando habla de «Dios», que aparece en el derecho tanto en la biblia o en la cruz de los juzgados, salta a la expresión “abogado del diablo”.
El libro destaca por escapar del lugar común y llegar a palabras como «tatuaje». En estos casos que parecen ajenos a la ley, se detiene para explicar las implicancias que ignoramos. En el caso mencionado, subraya que son relevantes en la práctica legal en la medida que se asocien a ritos de iniciación o de pertenencia a bandas.
Asimismo, nos recuerda que estos grabados sobre la piel sirven como un elemento identificador al igual que las cicatrices, estatura o “cabello trinchudo”. Todo está argumentado y todo lleva a otras conversaciones.
Conclusiones
Jerga legal es un viaje literario a través del mundo jurídico que no discrimina a sus posibles lectores. Es un proyecto que recibe con los brazos abiertos a propios y extraños, sin perder su peso como un estudio sobre la ley.
Se puede considerar que estamos ante una lectura obligatoria para entender un diálogo alturado sobre la materia y, a la vez, todas las pláticas paralelas que surgen entre los abogados.