Fundamentos destacados: 29. This case also raises issues concerning the role of a member of the legislature in a judicial context. Although the notion of the separation of powers between the political organs of government and the judiciary has assumed growing importance in the Court’s case-law (see Stafford v. the United Kingdom [GC], no. 46295/99, § 78, ECHR 2002-IV), neither Article 6 nor any other provision of the Convention requires States to comply with any theoretical constitutional concepts regarding the permissible limits of the powers’ interaction. The question is always whether, in a given case, the requirements of the Convention are met. As in the other cases examined by the Court, the present case does not, therefore, require the application of any particular doctrine of constitutional law. The Court is faced solely with the question whether, in the circumstances of the case, the Court of Appeal had the requisite “appearance” of independence, or the requisite “objective” impartiality (see McGonnell v. the United Kingdom, no. 28488/95, § 51, ECHR 2000-II, and Kleyn and Others, cited above, § 193).
30. Lastly, it should be borne in mind that in deciding whether in a given case there is a legitimate reason to fear that these requirements have not been met, the standpoint of a party is important but not decisive. What is decisive is whether this fear can be held to be objectively justified (see, mutatis mutandis, Hauschildt v. Denmark, judgment of 24 May 1989, Series A no. 154, p. 21, § 48).
31. The Court notes, first of all, that there is no indication that M.P. was actually, or subjectively, biased against the applicant company when sitting in the Court of Appeal in its case. The only issue is whether due to his position as a member of the legislature his participation cast legitimate doubt on the objective or structural impartiality of the court which decided the applicant company’s appeal
32. There is no objection per se to expert lay members participating in the decision-making in a court. The domestic legislation of the Council of Europe’s member States affords many examples of tribunals in which professional judges sit alongside specialists in a particular sphere whose knowledge is desirable and even essential in settling the disputes (see, for example, Ettl and Others v. Austria, judgment of 23 April 1987, Series A no. 117, pp. 18-19, §§ 38-40, and Debled v. Belgium, judgment of 22 September 1994, Series A no. 292-B, p. 43, § 36). The Court observes that M.P. had sat on the Court of Appeal as an expert in rental matters since 1974 and had, in the Government’s view, acquired considerable experience, permitting him to make a valuable contribution to the adjudication of these types of cases. The Court notes in that regard that two expert members sit alongside a majority of three judges in the composition of the court of appeal in such cases.
33. While the applicant company pointed to M.P.’s political affiliation, the Court does not find that there is any indication in the present case that M.P.’s membership of a particular political party had any connection or link with any of the parties in the proceedings or the substance of the case before the Court of Appeal (see, mutatis mutandis, Holm v. Sweden, judgment of 25 November 1993, Series A no. 279-A, pp. 15-16, §§ 32-33). Nor is there any indication that M.P. played any role in respect of the legislation which was in issue in the case. The Act on Commercial Leases had been submitted by the government for adoption by the parliament on 21 November 1994 and it had been adopted on 17 February 1995, before M.P. had been elected for his second term of office on 19 March 1995. Even assuming therefore that participation by a member of parliament in, for example, the adoption of a general legislative measure could cast doubt on later judicial functions, it cannot be asserted in this case that M.P. was involved in any other capacity with the subject matter of the applicant company’s case through his position as a member of parliament.
34. Accordingly, the Court concludes that, unlike the situation it examined in Procola v. Luxembourg (judgment of 28 September 1985, Series A no. 326) and McGonnell ,cited above, M.P. had not exercised any prior legislative, executive or advisory function in respect of the subject matter or legal issues before the Court of Appeal for decision in the applicant company’s appeal. The judicial proceedings therefore cannot be regarded as involving “the same case” or “the same decision” in the sense that was found to infringe Article 6 § 1 in the two judgments cited above. The Court is not persuaded that the mere fact that M.P. was a member of the legislature at the time he sat on the applicant company’s appeal is sufficient to raise doubts as to the independence and impartiality of the Court of Appeal. While the applicant company relies on the theory of separation of powers, this principle is not decisive in the abstract.
Traducción idioma original
29. Este caso también plantea cuestiones relativas al papel de un miembro del poder legislativo en un contexto judicial. Si bien el concepto de separación de poderes entre los órganos políticos del gobierno y el poder judicial ha adquirido creciente importancia en la jurisprudencia del Tribunal (véase Stafford c. Reino Unido [GC], n.º 46295/99, § 78, CEDH 2002-IV), ni el artículo 6 ni ninguna otra disposición del Convenio exigen a los Estados que cumplan con ningún concepto constitucional teórico relativo a los límites permisibles de la interacción de los poderes. La cuestión siempre reside en si, en un caso concreto, se cumplen los requisitos del Convenio. Al igual que en otros casos examinados por el Tribunal, el presente caso no requiere, por lo tanto, la aplicación de ninguna doctrina específica de derecho constitucional. El Tribunal se enfrenta únicamente a la cuestión de si, en las circunstancias del caso, el Tribunal de Apelación tenía la “apariencia” requerida de independencia, o la imparcialidad “objetiva” requerida (véase McGonnell c. Reino Unido, nº 28488/95, § 51, CEDH 2000-II, y Kleyn y otros, citado anteriormente, § 193).
30. Por último, cabe recordar que, al decidir si en un caso concreto existe una razón legítima para temer que no se han cumplido estos requisitos, la postura de una parte es importante, pero no decisiva. Lo decisivo es si este temor puede considerarse objetivamente justificado (véase, mutatis mutandis, Hauschildt c. Dinamarca, sentencia de 24 de mayo de 1989, Serie A n.º 154, pág. 21, § 48).
31. El Tribunal observa, en primer lugar, que no hay indicios de que M.P. tuviera, real o subjetivamente, prejuicios contra la empresa demandante al actuar en el Tribunal de Apelación en su caso. La única cuestión es si, debido a su condición de miembro de la legislatura, su participación generó dudas legítimas sobre la imparcialidad objetiva o estructural del tribunal que resolvió el recurso de apelación de la empresa demandante.
32. No existe objeción per se a la participación de expertos legos en la toma de decisiones de un tribunal. La legislación nacional de los Estados miembros del Consejo de Europa ofrece numerosos ejemplos de tribunales en los que jueces profesionales se reúnen con especialistas en un ámbito específico, cuyos conocimientos son deseables e incluso esenciales para la resolución de los litigios (véanse, por ejemplo, Ettl y otros c. Austria, sentencia de 23 de abril de 1987, Serie A n.º 117, págs. 18-19, §§ 38-40, y Debled c. Bélgica, sentencia de 22 de septiembre de 1994, Serie A n.º 292-B, pág. 43, § 36). El Tribunal observa que M.P. había sido miembro del Tribunal de Apelación como experto en asuntos de alquiler desde 1974 y, en opinión del Gobierno, había adquirido una experiencia considerable, lo que le permitía realizar una valiosa contribución a la resolución de este tipo de casos. La Corte observa a este respecto que en tales casos en la composición del tribunal de apelación hay dos miembros expertos junto a una mayoría de tres jueces.
33. Si bien la empresa demandante señaló la afiliación política de M.P., el Tribunal no considera que exista indicio alguno en el presente caso de que la afiliación de M.P. a un partido político en particular tuviera conexión o vínculo alguno con alguna de las partes en el procedimiento o con el fondo del asunto ante el Tribunal de Apelación (véase, mutatis mutandis, Holm c. Suecia, sentencia de 25 de noviembre de 1993, Serie A núm. 279-A, págs. 15-16, §§ 32-33). Tampoco hay indicio alguno de que M.P. desempeñara papel alguno en la legislación controvertida en el caso. La Ley de Arrendamientos Comerciales fue presentada por el gobierno para su aprobación por el Parlamento el 21 de noviembre de 1994 y fue aprobada el 17 de febrero de 1995, ante M.P. había sido elegido para su segundo mandato el 19 de marzo de 1995. Aun suponiendo que la participación de un miembro del parlamento, por ejemplo, en la adopción de una medida legislativa general pudiera poner en duda sus funciones judiciales posteriores, no se puede afirmar en este caso que el diputado estuviera involucrado en cualquier otra capacidad con el objeto del caso de la empresa demandante a través de su posición como miembro del parlamento.
34. En consecuencia, el Tribunal concluye que, a diferencia de la situación que examinó en Procola c. Luxemburgo (sentencia del 28 de septiembre de 1985, Serie A núm. 326) y McGonnell, citado anteriormente, M.P. no había ejercido ninguna función legislativa, ejecutiva o consultiva previa con respecto al objeto o las cuestiones jurídicas ante el Tribunal de Apelación para su decisión en el recurso de la empresa demandante. Por lo tanto, no puede considerarse que los procedimientos judiciales involucren «el mismo caso» o «la misma decisión» en el sentido de que se encontró que infringía el artículo 6 § 1 en las dos sentencias citadas anteriormente. El Tribunal no está convencido de que el mero hecho de que M.P. fuera miembro de la legislatura en el momento en que se sentó en el recurso de la empresa demandante sea suficiente para suscitar dudas en cuanto a la independencia e imparcialidad del Tribunal de Apelación. Si bien la empresa demandante se basa en la teoría de la separación de poderes, este principio no es decisivo en abstracto.
Traducción LP
CASE OF PABLA KY v. FINLAND
(Application no. 47221/99)
In the case of Pabla Ky v. Finland,
The European Court of Human Rights (Fourth Section), sitting as a Chamber composed of:
Sir Nicolas BRATZA, President,
Mr M. PELLONPÄÄ,
Mrs V. STRÁŽNICKÁ,
Mr R. MARUSTE,
Mr S. PAVLOVSCHI,
Mr L. GARLICKI,
Mr J. BORREGO BORREGO, judges,
and Mr M. O’BOYLE, Section Registrar,
Having deliberated in private on 16 December 2003 and 1 June 2004,
Delivers the following judgment, which was adopted on the lastmentioned date:
PROCEDURE
1. The case originated in an application (no. 47221/99) against the Republic of Finland lodged with the Court under Article 34 of the Convention for the Protection of Human Rights and Fundamental Freedoms (“the Convention”) by a Finnish limited partnership company, Pabla Ky, (“the applicant company”), on 2 November 1998.
2. The applicant company was represented by Mr Hans Mannstén, a lawyer practising in Helsinki. The Finnish Government (“the Government”) were represented by their Agent, Mr Arto Kosonen, Director, Ministry of Foreign Affairs.
3. Relying on Article 6 § 1 of the Convention, the applicant company alleged that the court of appeal which had sat in the civil proceedings in which it was a party had not been independent or impartial since one of the judges was a member of parliament,.
4. The application was allocated to the Fourth Section of the Court (Rule 52 § 1 of the Rules of Court). Within that Section, the Chamber that would consider the case (Article 27 § 1 of the Convention) was constituted as provided in Rule 26 § 1.
5. By a decision of 16 September 2003, the Chamber declared the application admissible.
6. The applicant company and the Government each filed observations on the merits (Rule 59 § 1). The Chamber decided, after consulting the parties, that no hearing on the merits was required (Rule 59 § 3 in fine).
[Continúa…]


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