Palabras de bienvenida en la sesión solemne por el Día del Juez

Dignos concurrentes,

Me siento altamente honrado al dirigirme a ustedes, pues este es el momento central, pero me temo que mis palabras no sean las esperadas, sin embargo mis sentimientos son sinceros, por lo que me resulta muy grato darles la bienvenida a nombre de la Corte Superior de Justicia de Madre de Dios a esta su casa, la casa de la justicia del pueblo.

Hoy quiero pensar en voz alta y rememorar a las personas más sabias para mí, a los ya más de noventa años de mi señor padre que nunca me negó nada, pero dentro de su firmeza y bondad, tuve que ser realista y aceptar que uno no puede hacer lo que quiera, ni pretender tenerlo todo a cualquier costo; lo que si debo resaltar, es su ejemplo de vida paciente de años de respeto por las personas; ni que decir de mi madre, que me recuerda siempre, que nunca debo dejar de ser una buena persona. Cuando visito a mis queridos padres, basta una mirada y un abrazo para sentir su confianza en mí, de hacer lo correcto; hoy presente mis hijos, Valentín y Sabrina, tengo también una gran responsabilidad para con ellos lo que me aflige, pues soy consciente del significado de ese gran peso, de ahí que espero no bajar nunca la guardia y estar siempre a la altura de las circunstancias, dejando el legado de mis padres, mi apellido, de respeto y dignidad.

No podemos tapar el sol con un dedo, la corrupción pulula en todo los niveles causando un gran impacto en nuestras vidas; por eso todos nosotros, autoridades y pueblo, debemos ser vigilantes de todo lo que pasa en nuestra comunidad y no ser indiferentes; siendo vital, no esperar que los demás cambien. Entonces, ¿qué hacemos nosotros por cambiar nuestro país?; acaso no hay de otra, no valen los discursos, no valen las buenas intenciones, sino la acción y los ejemplos de vida; si queremos un país con justicia social, defendamos la democracia, sólo así es posible, la tutela de los derechos humanos en serio.

Queridos jueces en su día, hoy más que nunca, yo sé que lo saben, pero quiero recordarles, que tenemos mucho trabajo por hacer, eso requiere de todo nuestro esfuerzo, pues la comunidad ha depositado sus esperanzas sobre nuestros hombros, de ahí que no sólo tenemos que hacer una justicia diferente y mejor que la de nuestros predecesores, sino también actuar con integridad tanto en nuestra vida pública como privada, es más, dialécticamente tenemos que superar nuestro propio récord, allá donde la mediocridad y la corrupción, no tienen cabida.

Ante dicha realidad, bajo pena de ser lapidados, tenemos que ser la nueva generación de magistrados, que portemos nuestra medalla de juez con dignidad, para llegar a ser, el juez que nuestro país se merece: el buen juez democrático de derechos con visión constitucional, de carne y hueso, anclado en la realidad, que decida incluso lo difícil del caso desde la transversalidad del derecho, lo que presupone, una lectura creativa y más allá de la interacción dinámica de reglas, principios y valores existentes e implícitos en nuestro sistema jurídico, por aquel que mejor optimice y desarrolle el derecho fundamental del caso justiciable acorde a los estándares morales de justicia. Esa respuesta está ahí para su concretización, sólo desde lo más valioso de la democracia, tiene que ser la mejor y única respuesta correcta.

Por todo lo dicho, les pido revivir la esperanza y el entusiasmo por un mundo mejor; en estos tiempos, hay que visibilizar nuestra vocación de quienes estamos en el compromiso auténtico de tan sagrada y honrosa misión de impartir justicia, con el único reto en medio de tantos conflictos e incertidumbres con relevancia jurídica, es imperativo hacer realidad la justicia, de ahí que todos tenemos el deber de seguir soñando despiertos y hacer posible lo imposible, parafraseando al juez de paz y poeta universal, César Abraham Vallejo Mendoza, en el poema los nueve monstruos: en materia de justicia “HAY, HERMANOS, MUCHÍSIMO QUE HACER”.

Finalmente, debo confesar que me siento feliz de oír aún a mis padres y tener la compañía de mis hijos; concluyo, no sin antes digna concurrencia, de agradecer vuestra gentil paciencia y consideración; y a ustedes respetados jueces desearles un ¡feliz día!

Muchas gracias,

Puerto Maldonado, agosto 2019

Adolfo Nicolás Cayra Quispe
Presidente de la CSJMDD

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