Con el olfato del metodólogo experimentado, matizado con la versatilidad del docente autodidacta, al mismo estilo que Mariátegui, la inquietud intelectual de Juan Carlos Valdivia Cano nos ha permitido tener en nuestras manos una, y hasta ahora la única, caja de herramientas que muchos tesistas sin estrella, pero ya titulados, hubiesen querido devorar en sus noches de desvelo.
Pero no nos referimos a una caja, que en el lenguaje cotidiano, y más aún en el peruano, está llena de llaves francesas o stillsons, ni alicates, ni clavos de cemento o engranajes, sino de una caja repleta de pensamientos, reverberaciones, ejemplos, recetas, versos, y la virtud de la palabra, cuyo verbo nos traslada al indomable pero nutritivo mundo de la investigación.
A medida que los lectores avanzan por el camino ya delineado de la silueta del proyecto de tesis, el autor nos hace pensar en la inutilidad de poner en los proyectos el enunciado del problema, la descripción de este, los antecedentes y, para variar, la exposición del mismo problema, como si no fuera suficiente con plantearlo.
Y es que este formato se ha mantenido bajo el statuo quo de la mayoría de proyectos de tesis que, hasta aquel momento, habíamos tomado como modelos a seguir, y que gracias a la intervención del cirujano Valdivia, estaban siendo extirpados satisfactoriamente de su lugar por carecer de utilidad. Dentro del campo investigativo debemos ser sumamente críticos y preguntarnos si es correcto seguir manteniendo estos viejos términos dentro de un proyecto de investigación, ignorando en mayor o menor medida, su comprensión.
Al leer La caja de herramientas el lector va a tener la sensación que ocasiona la menta en la garganta: la frescura de saber que hacer un proyecto de investigación es humanamente posible con tan solo mantener claro un ítem: el planteamiento del problema.
Como diría el autor «en derecho no se prueba ni se comprueba; se argumenta, se dan razones que son inevitablemente subjetivas». En el derecho hay una verdad que colisiona con los argumentos a favor y en contra y que a partir del sometimiento a diversas opiniones subjetivas obtenemos una verdad jurídica.
Apoyado en la tesis de Bergson, inspirado en Machado y Gramci, Barthes o Vargas Llosa, entre otros autores, el trabajo de Juan Carlos Valdivia también desfila por las orillas de la filosofía del derecho, pero no deja de lado aspectos sumamente importantes, entre ellos el normativo, el literario o el pragmático (para que no olvidemos que el derecho puede se alimenta desde diferentes puntos de vista).
Acogiendo la hipótesis de Diez-Picazo, que cita Juan Carlos, respecto a que la formalidad de la decisión jurídica puede traer como consecuencia un perfecto estado de injusticia, nos preguntamos ¿por dónde empezar? Un jurista mortal —y de a pie— podría decir «por el principio», y aunque la tautología sorprende más que la invención, el autor nos señala el camino, haciendo referencia al cuento de Vega Seminario: el inicio de toda investigación es primero pensar. Y cómo no mencionar que de los tantos requisitos para hacer una tesis, también entran en juego acciones humanas como preguntar, indagar, criticar, leer, escribir, entre otras, impulsadas por el autor en la gesta de enseñar.
Estoy seguro que muchos comparten el sentimiento estudiantil de simplificación en las condiciones requeridas por el proyecto de tesis, y al hablar de condiciones nos referimos al proyecto como un plan de carácter instrumental, porque en el proyecto de tesis que el autor nos propone no hay espacio para lo innecesario. Así, tenemos como ítems del proyecto de tesis el planteamiento, objetivos, antecedentes, hipótesis, variables, marco conceptual, marco operativo y cronograma.
Primera Publicación: 19 Ago de 2017