«El árbol testigo» y otros relatos jurídicos que usted (quizá) no conoce

Los cuentos folclóricos constituyen el acervo mayor de la humanidad. Todos los avatares de la peripecia humana aparecen, una y otra vez, en la narrativa tradicional. El derecho, sus operadores, la controversia y la argumentación no podían estar ausentes en el corpus folclórico universal. Les dejamos algunos breves relatos jurídicos que (quizá) usted no conoce.

Un caso resuelto al modo salomónico

Pedro Alfonso, un judío converso del siglo XI, transmite en su Disciplina clericalis la siguiente historia. Érase que un hombre pobre encontró una bolsa llena de dinero. En espera de una recompensa, el menesteroso restituye la bolsa al dueño, pero este aduce que faltaban monedas y le niega la recompensa. El rico y el pobre acudieron a un juez y este ordena que se entregue la bolsa al pobre. El juez razonó que, si la bolsa no contenía la cantidad de dinero que había perdido el otro, con seguridad no era suya.

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El árbol testigo

Nárrase en un antiguo relato procedente de la India que dos amigos, uno listo y el otro tonto, escondieron un tesoro al pie de un árbol. El amigo listo lo roba y luego acusa al tonto y lo lleva a juicio. En el juicio, el listo pidió que el árbol sea llamado como testigo. Hizo que su padre se escondiera en un hueco del árbol y que, llegado el momento, declarara que había sido el tonto quien robó el tesoro. El juez, asombrado al ver a un árbol hablar, ordenó que lo quemaran. El padre del amigo listo huye del fuego y se descubrió así el engaño.

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El cliente loco del abogado

Un motivo recurrente en el folclor universal se preserva en un antiguo cuento árabe: El cliente loco del abogado. Se dice que un gran­jero vendió el mismo animal a diversas personas y fue llevado a juicio. Su abogado le aconsejó que se hiciera pasar por loco, que dijera cosas sin sentido o hiciera voces de animales. Pero el granjero no quedaba convencido del consejo. El abogado le pidió entonces que le pagara sus honorarios. Entonces, el granjero usó el truco que le había aconsejado, empezó a ladrar como un perro y se fue sin pagar. El motivo de El cliente loco del abogado reaparecerá en Francia en el siglo XV y también en una prosa de Jorge Luis Borges, «El estupor», inserta en El oro de los tigres (1973).

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Llevado a juicio por matar una mosca

La frase «Matar una mosca a cañonazos» tiene también resonancias jurídicas. Según una antigua tradición, un desorientado intenta matar una mosca a cañonazos y termina por matar a la persona a quien el insecto molestaba. El imprudente fue llevado a juicio.

Pagar con sonido de monedas y pagar poema por poema

El carácter sinalagmático de ciertos contratos queda ilustrado en un par de expresiones tradicionales. En el relato folclórico Pagar con sonido de monedas, de posible origen árabe, se refiere que un pícaro quiso obligar a otro a pagar porque había olido su comida. Llevado a juicio, el juez le dio la razón y ordenó que el otro, que había olido la comida, le pagara, pero con sonido de monedas.

Igual jaez se trasluce de la expresión Poema por poema. Tiene posible su origen en la historia de un poeta que dedica una oda a su rey en espera de un premio generoso, pero el rey le paga al adulador con otro poema. El poeta, entonces, le envía una suma de dinero y le dice que en ella estaba toda su fortuna. El rey comprendió el mensaje y se hizo amigo del poeta. El motivo universal resurge, una vez más, en un cuento de cuantos conforman El libro de arena de Jorge Luis Borges.

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En una próxima entrega espigaremos algunos apólogos recogidos del folclor andino. Para la presente, nos hemos valido, como fuente principal, de la inapreciable Historia del cuento tradicional (Fundación Joaquín Díaz Urueña, 2013), de Juan José Prat Ferrer.

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